Llevo tiempo dedicándome a ser una especie de intérprete entre caballos y jinetes. A los caballos los entiendo bien, conozco su esencia y me ayuda a entender al ser humano. Durante mi trabajo, me doy cuenta de que siempre encuentro algo con lo que me identifico en cada jinete y eso me ayuda a conectar con su caballo.
Al aprender a gestionar las emociones y el movimiento físico, tanto del caballo como del jinete, logramos unirnos en una relación magnífica. Y conforme vamos todos avanzando en esa relación, nos damos cuenta de algo muy curioso: Los caballos no están aquí para hacernos la vida complicada, ni para complacernos o hacernos felices… Ese no es su trabajo. Ser feliz o no serlo es únicamente nuestra responsabilidad. De nadie más.
Y parece contradictorio, pero únicamente asumiendo esa responsabilidad, podemos unirnos a la esencia de nuestro caballo transformándola en una relación inigualable. Asumir y dominar dicha responsabilidad es uno de los primeros pasos en la equitación que hay que dar. A partir de aquí se vuelve todo más fácil porque cuando nos damos cuenta de que debemos sentir la necesidad de ser felices sin que de ello dependa la actitud buena o mala de un caballo, todo cambia: Podemos empezar a entender de verdad que la confianza de un caballo no se traduce en que venga porque le damos zanahorias, o que se deje poner la cabezada mientras nos da unos empujoncitos “simpáticos” o porque lleva el cuello redondo mientras trabaja, ni porque obedece a todo lo que le pidamos porque sí, ni porque está condicionado a responder a una serie de ayudas sin más.
Para lograr gestionar nuestras emociones aparte de las emociones del caballo pienso que no debemos confundir la emoción negativa que sentimos cuando algo no nos sale bien o cuando el caballo no nos responde como deseábamos, con la necesidad que tenemos de hacer las cosas bien y que el caballo responda como queremos para ser felices. Si hacemos que nuestra felicidad dependa de cosas que no siempre podemos controlar, estaremos creándonos una frustración innecesaria y poco productiva porque, hay muchísimos factores que no siempre logramos controlar.
Si empezamos a entender que esa emoción negativa refleja un contraste que estamos experimentando en nuestra evolución, y que sirve para darnos cuenta de que algo tenemos que cambiar o aprender, nuestra felicidad dejará de depender de los resultados obtenidos y disfrutaremos del aprendizaje en sí.
(Hay un capítulo dedicado a esto en el libro “Como ganar la confianza de un caballo en 5 pasos”)
Este fin de semana, ha sido maravilloso en muchísimos aspectos, y uno de ellos merece la pena mencionar con orgullo. Porque sé que el trabajo de mis alumnos cuando no estoy es una de las claves para su éxito y porque cuando estoy, hago lo posible para contribuir deliberadamente para que las cosas mejoren y funcionen. No descanso hasta que no logro ver que algo cambia en ellos, tanto jinetes como caballos.
Y el cambio no siempre nos provoca alegría, porque como hemos dicho, a veces lo que cambia provoca cierto desconcierto y cierto (“gran, a veces maldito y frustrante”) contraste en relación a lo que pensábamos y hacíamos hasta el momento. Pero al mismo tiempo, viendo que funciona con otros, nos despierta una curiosidad (a veces secreta, pero…el caballo es el espejo de nuestra alma ;)) y ganas de saber cómo lo pueden llegar a hacer otros que sí les funciona…
Estamos hablando del maravilloso contraste en la equitación que nos permite aprender: Esa frustración que nos hace ir hacia lo que queremos cuando vemos que lo que estamos aprendiendo funciona con otros y lo que estábamos haciendo no está funcionando con nosotros, esa frustración que nos invade cuando ya no podemos negar que algo tenemos que cambiar para que nos funcione como a otros les funciona… Maravilloso contraste, porque después con esa frustración tenemos dos opciones que son, una vez más, de nuestra única responsabilidad: Rendirnos y dedicarnos a otra cosa, o despertar en nosotros un gran afán de conseguirlo.
De rendirnos no hablaremos aquí porque no es ese nuestro objetivo aquí en Equierrores, pero con el afán de conseguirlo viene, indudablemente, la fe en que también somos capaces de hacerlo…y sin darnos cuenta, nos encontramos a diario practicando para que no sólo sea fe, sino una creencia firme de que lo vamos a conseguir y, una vez lo logramos, aunque sea un tranco, un momento, una fracción de segundo que sentimos que está resultando….estamos absolutamente seguros de que somos capaces y de que lo lograremos!!!
Me ha sido de gran satisfacción ver que alumnos a quienes ayudo regularmente están evolucionando como lo hacen, me recuerda ¡lo mucho que me gusta mi trabajo! Cuando un alumno de repente ve la luz, trabaja cuando no estoy en los deberes puestos en el curso anterior y cuando vuelvo veo que le sale bien, que ha avanzado y que el caballo está disfrutando del trabajo con su jinete, me quedo de nuevo sin palabras. Agradezco las oportunidades de ver estas evoluciones, estoy muy orgullosa.
Veamos a dos alumnos en diferentes cursos, el primero que dimos y el último. Se nota que empiezan a sentir buenos momentos y a partir de aquí…¡ya no hay quien los pare! 😉
Por otro lado, nos encontramos a alumnos nuevos que tienen muchas ganas de aprender. Ver cómo después de unas horas dedicadas a sus caballos y a su asiento y comunicación con ellos pasan del contraste inicial (inevitable) a la certeza absoluta de que algo pueden cambiar para mejor, me dejan, en realidad sin palabras para describir la satisfacción que me trae.
Nuestro querido Malagueño del Centro Hípico Las Espuelas en Guadalajara:
Y su propietario, Ángel que se sentía algo inseguro con su asiento encima de un caballo entero dominante como Malagueño que necesita que le pongan normas y límites para que su expresividad no rebase la buena educación y el respeto por su jinete en todo momento:
Lo primero que hay que ajustar es el equilibrio de uno y de otro para que pasen a trabajar en conjunto y sea posible una comunicación que entiendan ambos. Ese es el primer paso práctico que solemos dar en el primer curso. Ahora, tocan deberes hasta el próximo!!
El sistema que utilizamos durante los cursos (ya sea en grupo o particular) es:
- El primer curso es de dos días con su respectivo temario. A veces tres días dependiendo del número de jinetes y caballos. Cuando es particular suele ser un día (o lo que ocupen tres sesiones), una trabajando en libertad o pie a tierra, otra para el trabajo del caballo a la cuerda y otra montado.
- Se toma conciencia de los errores en la comunicación. Se provoca SIEMPRE algún contraste. Es deliberado, sin él, no aprendemos. Y cuando ocurre, lo dirigimos hacia nuevos aprendizajes y subir de nivel.
- Se practica durante el curso, los ejercicios pie a tierra y montados que permiten un cambio inmediato en la comunicación con los caballos
- Se ponen deberes
- Se da la opción de mandar un vídeo haciendo los deberes cuando no estoy, se comenta y se ajusta si hace falta.
- Entre cursos, existe la posibilidad de contratar el servicio de comentar vídeos donde vamos viendo el progreso y dando más deberes si ya estamos evolucionando, esto permite un avance más regular.
- Al curso siguiente se repasan los deberes, se introduce nuevo temario y se practica hasta que somos capaces de hacerlo solos. Siempre se pide poco y bien de cada vez para que cuando tengamos que hacerlo solos no sea un gran problema.
- Y vuelve a repetir el proceso 🙂
- Se puede ir de oyente a los cursos y aprender de todo un poco puesto que ¡cada caballo es un mundo y cada jinete también!
Sobre todo estoy disponible para las fases en las que el alumno experimenta un contraste, para que sus emociones y actitudes con ese contraste sean constructivas y así lograr aprender en vez de desesperarse. ¡¡Esto para mí es casi tanto o más importante que las clases en sí!!