Todos hemos pasado por la situación cómica de intentar ponerle la cabezada a un caballo que levanta la cabeza. Nos quedamos de puntillas (o simplemente flotando) agarrados a la cabeza del caballo intentando ya no se sabe qué, porque mientras tanto hemos perdido la concentración (además del suelo) y nuestro equilibrio mental.
¡Ayuda! ¡Mi caballo levanta la cabeza cuando le pongo la cabezada!
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