La equitación y las emociones de nuestros profesores

This entry is part 15 of 40 in the series Misión re-posicionamiento a caballo

Aquí te dejo un post escrito como consecuencia de un mensaje que recibimos acerca de la frustración y la exigencia en los profesores que nos enseñan y nos guían en nuestro camino ecuestre. Una ilustración de Andy Várkonyi que refleja un poco la situación 🙂

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Montando debemos ser rigurosos, de eso no tengo dudas. Para mejorar debemos ser exigentes con nosotros mismos, y nuestros profesores lo deben ser con nosotros también, sobre todo cuando estamos aprendiendo, y más tarde también  con los caballos que trabajamos. Intentar perfeccionar los ejercicios no es malo, lo que es contraproducente es hacerlo frustrado o rodeados de tensión por parte de la persona que nos está intentando enseñar.

Nosotros, como alumnos, debemos intentar distanciarnos un poco de la tensión de nuestros profesores para poder disipar las tensiones en nuestros caballos. Esto es algo muy muy difícil de lograr, ya que ellos saben más que nosotros y debemos hacerles caso. Yo sé muy bien de qué hablo, pues como alumna he sentido siempre esta dificultad.

Es un poco como los niños en el cole. Si los profesores están frustrados, enfadados, con problemas personales o simplemente son inconstantes en humor y disciplina, los niños sufren el doble: no sólo por la inestabilidad de los profesores a nivel emocional sino también a nivel de contenido.  El niño no puede gestionar las emociones de su profesor y si el profesor no logra impartir la materia en condiciones, esto repercutirá en dificultades para el niño.

De la misma manera que no somos capaces de enseñar sintiendo rabia, frustración  o nervios, tampoco logramos aprender, y mucho menos montar a caballo, ya que los caballos acaban por «vivir un poco en nuestra mente» y son los primeros inocentes que sufren con ello.

Nosotros montamos porque queremos, el profesor ha elegido la vocación porque quiso, pero los caballos no nos sirven porque quieren….igual que los niños no estudian ni están en el cole porque quieren. (Con esto no se me malinterprete, los niños tienen que estudiar y mal iríamos si les dejásemos hacer lo que quisieran…curioso…igual que los caballos domésticos…pero es responsabilidad del profesor o jinete permanecer estable emocionalmente, y transmitir esa estabilidad a través de normas y reglas bien definidas. El niño, alumno o caballo no puede y no debe adaptarse a las inestabilidades y frustraciones de sus responsables. (Aunque muchos acaban por tener que hacerlo).

Los profesores nos pasan su estado de ánimo, que nosotros trasladaremos a nuestro caballo en cadena. Dependerá de nuestra capacidad de gestionar nuestras emociones, el conseguir abstraernos de las de los demás para poder transmitir la asertividad y la emoción correcta a nuestros caballos de forma que ellos lo entiendan y aprendan. Como adultos y responsables por nuestros caballos, tenemos la obligación de entrenarnos en este sentido.

Cuanto más creemos en nuestras capacidades, más logramos mantenernos estables emocionalmente con los demás y menos absorbemos la tensión de quienes nos enseñan (o nos rodean). Normalmente esto ocurre sólo cuando ya tenemos un nivel que nos permita creer en nuestras capacidades y podamos elegir sentirnos frustrados o no con la forma de transmitir del profesor.  Tendremos capacidad de decir que no y de dar nuestra opinión sobre lo que no estemos de acuerdo sin enfadarnos. (Difícil….pero es así)

A lo largo de los años, fui aprendiendo que de cada profesor y mentor, debemos quedarnos con lo bueno que nos enseña, lo que nos soluciona problemas y situaciones en las que nos vamos encontrando y debemos descartar lo malo que nos transmiten o guardarlo en “el cajón de lo que no debemos hacer o transmitir en el futuro”. Sólo así logramos aprender de ellos.

Hay que tener en cuenta que todos tenemos cosas buenas y malas… Es necesario por lo tanto ponderar bien si la balanza se inclina mucho hacia el lado que no debe. Desde luego si cuelga más hacia todo lo que debemos “descartar o poner en nuestro cajón de cómo no hacer las cosas” puede ser  una opción considerar otro tipo de profesor más adecuado para nosotros y para la fase en la que nos encontramos.

Te invito a dejar en los comentarios, una lista de cosas que te molestan de tu profesor y otra lista de cosas que te gustan y que realmente hacen que aprendas. No te acuerdes sólo de los días malos, pues los profesores también tienen días, (a pesar de ser su obligación controlarse, son humanos), acuérdate también de aquellos días en los que lograste pequeños resultados que te hicieron sentir bien contigo y con tu trabajo. Si nunca has hablado a tu profesor de estas cosas, puede que ésta sea una buena oportunidad de dejarle leer lo que piensas de una forma educada, pues aquí el mal educado cambia rápidamente de opinión o se va jeje. (Normas de la casa)

Acuérdate de marcar casillas en los comentarios para ver lo que dicen los demás, dejar comentarios en Facebook y compartir si crees que esto resulta positivo para tu evolución.

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2 comentarios en “La equitación y las emociones de nuestros profesores

  1. Me alegra mucho ver este post porque creo que ya dije algún comentario en Equierrores sobre lo a disgusto que estoy con mi instructor principal. Voy a contar un poco de mis experiencias. Yo voy a montar en dos sitios:
    – En uno el profesor es una persona con una larga trayectoria tanto en la pista como domando caballos, a los cuales ama y reverencia. No tiene dudas en corregirme cuando lo necesito (algo que ocurre con mucha mucha frecuencia), pero siempre me explica el motivo de su corrección, me lo dice con delicadeza pero sin ser indulgente y tras sus clases siempre contemplo como si acabara de subir un escalón. No sólo me dice por qué yo hago algo mal, sino qué le estoy transmitiendo al caballo, qué entiende el caballo de mi acción y por tanto qué es lo que falla… Adoro sus clases y son como ir al Paraíso cada vez que monto o salimos a montar los dos (también salimos a pasear como parte de la clase).
    – En contraposición, los otros establos a los que voy… Me cuesta decir algo bueno. Claro que hubo días en los que hice una buena ejecución en la pista, pero no sentí que fuera por sus indicaciones, sino por mi conexión con el caballo (de hecho este sentimiento siempre me ocurre sólo con el mismo, con el que intimo maravillosamente). No suelen tratarme bien, ni a mi ni a otros alumnos. Tienden a dar 18 órdenes al mismo tiempo, consiguiendo que me frustre y minando mi confianza en la clase. En ocasiones muchas veces incluso pasan de mi, se limitan a decirme que «siga al caballo anterior en su reprise», no me dan ejercicios que yo lleve a cabo, lo que hace que sólo esté como una idiota dando vueltas por la pista. Algunos días, con otra instructora, sí conseguí mejorar algunos aspectos y aprender sobre algunos de mis errores, pero estos momentos se presentan tan escasos, son tan pocas las clases en las que he visto que aprendía algo que no fuera sólo frustrarme y sentir que no entendía nada… Además, lograron que incluso casi quisiera dejar de montar: siendo una novata, me pusieron al caballo más asustadizo e inseguro de todos los establos, uno que cada vez que siente la más mínima inseguridad sólo busca la huida y estuvo a punto de hacerme tirar varias veces en sus espantadas. Y para colmo, en lugar de ayudarme a solucionarlo sólo atinaban a decirme: «es culpa tuya, deberías saber que hay caballos que se asustan porque otro caballo los mire, o porque otro caballo pase en la dirección contraria», siendo la primera vez que montaba a ese caballo y sin tener nociones de esto. Ni siquiera llevo 20 horas montando, ¿cómo iba a saberlo si no me lo explican antes? Además de que a veces se asustaba solo, empezaba a mover las orejas hacia los lados, las ponía tensas y de repente las pegaba al cuello y salía disparado. Son clases a las que voy porque están cerca de casa y porque por el precio son las más asequibles, pero que no dudaría en abandonar si encontrase unas ligeramente mejores (cosa que no es difícil).Voy porque no puedo vivir sin los caballos, pero la mayor parte de las veces vuelvo enfadada o simplemente triste. Además no cuidan bien de los caballos: no los cepillan antes de montarlos, ni tampoco después. Muchos de ellos cojean y otros tantos tienen manías: subir y bajar la cabeza con violencia, arrancarte las riendas… Algo que no me ocurre sólo a mi, sino a alumnos que se preparan los galopes y de más nivel que yo. Creo que dan las clases sólo como forma de mantenimiento de los establos, pero no fruto de un interés por la enseñanza ni por los caballos que tienen para las clases.
    ¿Alguien más se ha visto en situaciones así?

    • Gracias por tu comentario Kitiara, es bueno que tengas los dos ejemplos, y bienvenida al club de los que no pueden vivir sin caballos 🙂 pero como dicho en el post, hay que equilibrar la balanza y tampoco me parece adecuado que como alumnos contribuyamos a que este tipo de enseñanza sobreviva, para bien de los caballos y del deporte en sí. No ir podría ser una mejor opción que llegar de allí frustrada y enfadada. Este deporte lo practicamos por gusto, y no nos puede frustrar. Desde el momento en que nos frustramos y sentimos rabia montando a caballo, dejamos de practicar el deporte y de velar por el bienestar de un animal de nobleza ejemplar. O velamos por buscar la harmonía entre el binomio o entonces más vale dejarlo estar. Pequeñas frustraciones son normales, pero poco se debe aprender en un ambiente como el que describes. Con la de clubs que hay donde montar y aprender es divertido…La falta de calidad suele salir cara…

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