Un momento de paz que fluye a través de un ligero roce, el sentimiento de estar haciendo algo bien, de deber cumplido. A eso le llamamos Libertad. En este momento nadie reclama derechos. Ni  el caballo ni  el niño, pues si uno de los dos reclama sus “derechos” a la fuerza o disimuladamente, el otro se irá o le llamará al orden con su mente, cuerpo y acciones. Luego lo intentarán de nuevo de otra manera, hasta que encuentren la manera de entenderse. Es simple: No hay derechos, hay obligaciones. Para el caballo es obligatorio respetar el espacio del niño y para el niño es obligatorio respetar el espacio del caballo. Es la única manera de poder estar juntos. Uno tiene que pedir autorización al otro para invadirlo. Si la autorización es recíproca, se produce una simbiosis: La posibilidad de ser libres juntos.

Lección del caballo: Cuando no cumplimos con nuestras obligaciones, dejamos de ser libres…