Por mucho que queramos ser líderes, nunca seremos caballos

This entry is part 4 of 4 in the series Mi caballo se asusta

Podemos ser líderes sin tener que ser caballos. Lo explico con un ejemplo: tenemos un caballo que no respeta nuestro espacio y lo llevamos de la mano. Se asusta de un plástico y nosotros, damos importancia a ese plástico (miramos al plástico, empezamos a pensar que el caballo se va a asustar,  todo nuestro lenguaje corporal indica que algo no va bien, decimos «oh, ooooohhh, bueeeenooooooo» con un ligero tembleque en la voz….). De esta forma NO estamos demostrando liderazgo, al revés, notará nuestra tensión, se nos echará encima, puede que le de por protegernos o «atacar» lo que le asusta si nosotros no tomamos una decisión emocional clara sobre si ese objeto es o no peligroso, y nos podrá hacer daño.

El líder de la manada, cuando otros se asustan y él se certifica de que no ocurre nada, ni se mueve.

Debemos dejar de meternos en la cabeza del caballo. Es bueno entender el por qué hacen las cosas y cuál es su naturaleza pero para utilizarlo a nuestro favor, no para obsesionarnos con ellos.

Un líder, cuando entra en un sitio donde hay ruido o donde no hay orden, lo primero que hace es analizar la situación, y poner orden. Allí manda el líder.

Otra vez te pongo un ejemplo de los niños. Tengo dos y me resulta muy curiosa la semejanza en la educación básica, la instintiva… Como son pequeños y todavía se rigen por sus instintos, las situaciones son mucho más simples de lo que normalmente creemos que son. Ponemos pensamientos en sus cabezas, que por supuesto no están allí, porque son nuestros. Ellos son seres independientes y con pensamientos propios y con los instintos muy vivos aún.

Si los niños vienen del cole y entran corriendo en casa, lo primero que tienen que hacer es salir de nuevo las veces que haga falta hasta que entren caminando. Si vienen más atentos, lo harán casi solos cuando se den cuenta que han entrado corriendo (porque tienen claro que en las casas no se entra corriendo). Si vienen más tercos, quizás tengan que repetir dos o tres veces, tendremos que subir un poco el tono de voz o agarrar a uno o el otro por el brazo y sacarlo fuera para que entre ordenadamente.  Eso no es ser violento, eso es pedir respeto. Cuando gritan en la sala de estar, se les envía a jugar a su cuarto, si quieren estar en la sala que lo hagan de forma que no molesten y si no, que se vayan a sus cuartos (o a la calle si la casa lo permite).

No siempre es fácil (porque de verdad no lo es y no siempre tenemos cabeza para ser contundentes, tranquilos, firmes pero suaves a la vez, adultos, coherentes, etc, etc..), pero cuanto más claro tenemos que no debemos mezclar nuestras emociones (frustración, rabia, miedo…) y nos ocupamos con lo que debemos preocuparnos (mantener la calma general mientras se cumplen las normas de convivencia y educación), más rápido se resuelven los conflictos. Nos dirán un par de veces que somos mala/os madre/padre e injustos pero el orden estará rápidamente establecido y podremos hablar, jugar y hacer cosas sin que nos pasen por encima.

Para establecer el orden y tomar el control sobre el espacio que nos ha ganado el caballo sin permiso, como es el caso de muchos caballos que voy a ver en los cursos,  y sobre todo con los animales jóvenes, debemos utilizar la simplicidad: ¿No respetas? Te vas y trabajas si te pones muy cabezota. ¿Respetas? Podremos trabajar juntos. ¿Te asustas? Puedes irte y trabajarás, porque mientras te asustas con cosas que no tienen importancia, te pondré a trabajar, cuando te tranquilices y vengas (tranquilo, con a cara baja y relajado, no con la cara en alto a modo protección o alerta máxima), verás que ese plástico no te come y te dejaré tranquilo a mi lado. Y nosotros seguimos en el mismo sitio, con la misma tranquilidad. Generalmente, en muy poco tiempo, los caballos cambian de la noche a la mañana…los que son demasiado sensibles se insensibilizan a lo que no les va a hacer daño, y los más insensibles se vuelven sensibles y respetuosos…Me resulta muy gracioso ver los resultados 🙂

Si nos fijamos en una manada, el caballo líder es el primero que se acerca a quien entra en su espacio. No se acerca para ver quién eres. Se acerca para ver si te vas de su espacio, entrando en el tuyo si puede y le dejas. Sabiendo eso, debemos utilizar ese conocimiento para ganar el control sobre el caballo en particular que nos ha perdido el respeto.

Nosotros no podemos proteger a nuestro caballo ni enseñarle que somos líderes dándole demasiada importancia emocional al plástico que tanto asusta al caballo. Solemos pensar: «Uy, se va asustar del plástico» o «pobrecito, le tiene miedo al plástico», o «pobrecito, me quiere proteger para que no me pase nada» o «qué pena me da, que lo han pegado anteriormente», o «mejor acercarnos despacito y con mucho cuidado para que no se asuste» y, mientras pensamos así, le transmitimos que el plástico nos domina a nosotros, por lo tanto, al caballo también, y el caballo tomará la reacción instintiva que le salga en ese momento, muchas veces, impredecible. En suma, los volvemos más «reactivos» que tranquilos, activos y atentos a nosotros.

En el capítulo 4 del libro, describo una situación en la que un caballo que montamos se asusta de un perro y describo cómo afecta lo que pensamos nosotros y nuestras acciones tan bien intencionadas de forma negativa al caballo que se está asustando y muchas veces nos ponemos en peligro sin darnos cuenta. 

No podemos pedir un trabajo bien hecho cuando permitimos faltas de respeto hacia nosotros mismos porque justificamos las razones que lo producen. Por ejemplo, en el caso de nuestros hijos, no podemos exigir que cumplan sus obligaciones cuando saben que se toleran las pequeñas faltas de respeto como la de entrar corriendo en casa porque «entendemos» las razones que las producen: «pasan muchas horas sentados», «no me gusta ordenar a los niños» o incluso «están hartos de que les digan lo que tienen que hacer»o «paso tanto tiempo sin ellos que no puedo decirles que no».

Espero que se entienda este punto de vista con nuestros caballos:

No queramos ser un caballo, utilicemos los instintos que tenemos en común y nuestros conocimientos sobre su naturaleza para emplearlos de forma racional y sensata con nuestro caballo. Vincularnos con su mente está bien, obsesionarnos con estar dentro de su mente suele ser un desastre. 

Sólo tengo dos hijos, no tengo demasiada experiencia, pero algo más de experiencia sí tengo con los caballos y tengo comprobado que funciona 🙂

En la imagen, la potra de 3 años Coco du CHannel II de Marta Paguina (en Mas Paguina el mes de Julio), querenciosa, asustadiza, poco respetuosa al principio, y tranquila, respetuosa y lista para llevar un jinete encima al final:

Puedes ver lo que aprendemos durante los cursos pinchando en este enlace.

Tienes otro caso práctico sobre yegua reactiva y asustadiza a yegua tranquila y atenta pinchando en este enlace.

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